Adrian enciende las mayólicas del baño
y encuentra un gusano/animal de lado metálico.
Escribe sobre él, modifica sus vértebras hacia riberas de niquel.
Una máquina imprime nerviosa verbos premonitorios, petalos subterráneos.
Perfuma el infinito con gaz mostaza.
El techo es un firmamento de vaivén asmático.
De él bajan diáfanos juguetes pletóricos de rabia.
y se columpian niños bomba envueltos en papel de arroz.
Un megáfono anuncia nuevas cámaras de gas.
Papeles en blanco vuelan por toda la habitación.
La máquina gruñe en los reflejos de un sol etílico que se cuela por las cortinas.
Emite textos bacteriales como un bisturí que abre un astro:
un diluvio nuclear bajo la cama.
Adrian baila primitivo y se encierra en los papeles en blanco.
Corta sus brazos con caramelos ácidos.
El gusano/animal gime por más,
mutila la clarividencia y los artificios.
Adrian rompe los espacios en blanco con un alicate.
Dios es una bacteria feroz, una bomba de tiempo,
proclama el megáfono.