[La habitación de adobe. Adornos, un florero y objetos que parecen de utilería]
En miedio de la habitación
baja un sucio ángel (de férreas alas)
con los ojos cerrados.
Abre los ojos. Son pálidos.
Lulú extiende sus manos.
Explota el florero, explota la tv en blanco y negro.
Se cae la pared frontal del cuarto adobe carmesí.
Lulú se queda paralizada y ve ante sí
un calcáreo oasis en que se revela
(como Un astro decreciente)
un trunco obelisco animado.
El ángel se saca los ojos
y estos se tornan en barquitos de papel partidos en 2.
Flores de concreto pardo
surgen como antiquísimas mariposas del obelisco.
Lulú avanza hasta el oasis.
Un pájaro derribado en premeditado naranja,
luciendo un pequeño vestido de novia,
hecho de cráteres por fosforescentes hipocampos,
se posa en una de sus manos.
Lulú lo aprieta y lo aplasta.
Abre la mano y el ave ya no está.
El ángel, ciego,
se estrella contra una de las paredes de la habitación que no se ha derrumbado
y explota rojinegro.
Lulú lanza un bostezo.