de estrellas aprisionadas comenzó la travesía
ceniza
en pos de aquel que descendía
entre par y par
y que elevaba floridos abismos,
profundas lúminas.
Y era extraña la sensación
de no portar armas,
ni armaduras ni espadas
y así comenzó el camino
pleno de monolitos,
montañas de agua,
guiado solo por la rabia
en pos de aquel,
el más antiguo,
el último enemigo.
Y conforme avanzaba,
las noches brillantes,
los días obscuros,
todos los jardines pisoteados,
algo le decía que aquel estaba allí,
cerca,cerca,
ebria danza quieta en su faz.
Hasta que llegó el atardecer en que lo divisó,
frío perfume,
pulido y fino cristal en la lejanía.
Y corrío hacia el antiguo,
hasta quedar frente a él,
su superficie sin rasguños como diamante,
sin rasgo alguno.
Y sudoroso, aterciopelado,
vió al último enemigo,
ya sin alas,
su rostro reflejado,
y con el puño
rompió el espejo.