
Y la emperatriz que emerge,
a solas,
cruzando su abandonado castillo de cristal,
su propio laberinto iridiscente,
a través de terribles primaveras
transrornadas por su propia belleza
y ciñendo su rostro
noctámbula máscara cual topacio
y soñando las voces
que tallan cual cincel el mármol
en la ruta los obstáculos.
Y así la emperatriz que emerge,
insomne,
al borde,
desde las aguas,
avanza...
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