sábado, 9 de enero de 2010

Viaje


El tren sigue despacio su camino entre las arenas nocturnas, entre los vaivénes de la herida empañada.

A través de la ventana logro respirar el perfume de los duendes que tiran piedras a mi vagón como chiquillos traviesos.

Veo en las orillas de un oasis personajes lívidos de rojos turbantes que encienden almas como hogueras, de naranja y tenue azul. Entonan nombres perla.

Antiguos cosmonautas de cascos como caracoles se pegan al agua sanguijuelas. Extraen de él el oxígeno y les sabe a vainilla, me digo.

Aves de terciopelo pasan rasantes y hacen de la luna un anillo.

Prendo un cigarrillo y abro un libro.

El rumor de los rieles llega hasta mí como un sueño amarillo.

Mi corazón suena como una sirena durante bombardeos.

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