El tren sigue despacio su camino entre las arenas nocturnas, entre los vaivénes de la herida empañada.
A través de la ventana logro respirar el perfume de los duendes que tiran piedras a mi vagón como chiquillos traviesos.
Veo en las orillas de un oasis personajes lívidos de rojos turbantes que encienden almas como hogueras, de naranja y tenue azul. Entonan nombres perla.
Antiguos cosmonautas de cascos como caracoles se pegan al agua sanguijuelas. Extraen de él el oxígeno y les sabe a vainilla, me digo.
Aves de terciopelo pasan rasantes y hacen de la luna un anillo.
Prendo un cigarrillo y abro un libro.
El rumor de los rieles llega hasta mí como un sueño amarillo.
Mi corazón suena como una sirena durante bombardeos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario