Dioses muertos de otros tiempos
construyen castillos de arena,
juegan Monopolio
en mi mente;
Niños de la lluvia navegan en mi sangre
como en barcos de papel.
Dispongo de colores dañados,
circunscritos a la magia de los extraños y ausentes,
para pergueñar las angustias
de ciertas libélulas y aves australes.
Y perdido en demasiados atardeceres...
Alguien no contesta en mi pecho,
leo en la electricidad un credo que muta líquido.
Y en mis cuerdas, tendones, arterias, clavícula,
ebrios duendes hacen equilibrio...
y fracasan.
Yo también.
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