
navegamos, una tras otra, densas nubes
como aguas ardientes,
químicos en nuestra belleza frenética
y abriendo ciudades nocturnas, carreteras,
con un solo destello de nuestra violencia
y bajando estrellas a la tierra,
enterrándolas,
visionamos extraños valles,
exquisitos de ébano y lujuria,
extendemos nuestro dominio
a los cuerpos.
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