Subes la escalera hacia el estanque,
irreductible aquel abismo
por la inocencia cortado, interrumpido
como abierto tras colores de coral
y vuelto a las piedras por irresistible locura
como mágica golondrina posada,
vil, milenaria.
Subes la escalera hacia el estanque,
el corazón en la mano
derramando,
y el sonido que impera,
la máquina opaca que espera y espera
los colores de coral
allá arriba
en el estanque.
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