domingo, 9 de noviembre de 2008

Cuidando a Lulú


Adrián escribía unas luces en su cuarto menguante.
Pensaba hacerlo antes de que cayera el telón.

Lulú volvía a encerrar clarividencia en los nombres.
Era un juego que acostumbraba.
No era magia.

No eran débiles.
Pero a la deriva dormían siempre, todo en una misma habitación
y en los monosílabos fraternales.

Lulú era pequeña y masticaba chicles usados, llenos de hormigas.

Adrian tenía un sombrero de copa y un baúl lleno de pompas de jabón.

A veces, mataban los duendes que se escondían bajo sus camas.
Esto se daba sobre todo cuando Adrián no conseguía hadas para mimar
o algo para leer a su hermana.

Nunca morían, a pesar de que las Parcas, llenas de envidia,
cortaban, todos los días, los hilos en la habitación...

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