
Como dados en la ruleta,
los duendes
jugando mecánicos
en el vacío que deja
el terso flagelo de la carne,
vaho cual llave del laberito.
Son pálpitos
de un solo deseo
métalico
como vidrio corriendo por las venas.
Y su sonido:
el eco de las máquinas
en una caverna,
arrancándose a dentelladas
los secretos...
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