
Los juguetes abandonados
en el cuarto amarillo,
rabiosos niños de plástico,
sin rumbo,
por los salones del castillo;
y en sus esquinas,
los colores que penden encantados
de extáticas crisálidas soñando,
elegantes poesías deslizando
como arañas
que los niños de plástico,
sin rumbo,
no se detienen a leer...
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