
Lulú lleva flores cetrinas en el pelo,
vidrios
en los que una nave duda su naufragio.
No baila ni reza.
(las cometas caen sin viento
sobre pentagramas que borran el suelo,
confunden las orugas.)
Como rabioso mar de mercurio,
otra textura
flota alrededor de la niña,
deslizando nombres volcánicos,
tóxinas de la brisa
y equilibra en sus labios
árboles que brillan.
(A lo lejos está la habitación.
Adrián la observa pulsar
por una de las ventanas.)
El sol se puede romper,
murmura el aire fragmentado en el oído de Lulú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario