En el primer día,
el encenderse de las formas,
delicado vacío
como en las hojas de otoño.
En el segundo día,
la tierra disolviéndose en infinito rocío,
ebria en los resplandores
de salvajes luciérnagas,
fugaces colores que terminan en la niebla.
En el tercer día,
la muerte de los unicornios,
la caída de los ídolos;
por fin,
música que palpita.
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