inclementes se alzan las obscuras agujas
tocando el frío, el firmamento,
permanente dulzura,
como aquel salvaje jardín
transpirando tóxicos lirios,
ejércitos musicales
prestos a alimentarse del dolor,
del ritmo que emiten los corazones al partirse.
Tormentosas se alzan,
predigo,
las obscuras agujas, lo desconocido,
portaestandartes de la lluvia;
se alzan al frío transparente,
nuestra piel,
pero nada,
nada calman.
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