viernes, 7 de marzo de 2008

Niña perdida en Tokio

la curva de tu columna
y el corazón acelerado, exultante,
aislado,
mientras el mundo se detiene,
efímero, distante
y la carne desnuda
y el cielo quebrado, que parte;
en esencia,
celeste, cristalino azafrán que derrama su seda
en la belleza del olvidar
como la vida que corre
de tu vientre a tus ojos,
blancas pupilas,
alma esquiva.

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